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Estaba cansada. Se había despertado con esa sensación de vacío que dejan los malos sueños, las noches largas repletas de pensamientos en la oscuridad, pensamientos que no hacían más que divagar de aquí a allá entre cosas sin sentido. No recordaba qué había pasado por esa cabecita instantes atrás pero tenía la intranquilidad metida en el cuerpo, o mejor dicho clavada como una escarpia. Se giró y le encontró dormido plácidamente, abrazado a su almohada.
Desde hacía horas, días, semanas, meses… ¡qué sabía ella!
Desde hacía mucho tiempo sentía ceniza en la boca cada vez que él la buscaba, sentía el tacto de su mano como lija en su piel, sentía asco al abrazarle, y qué decir de cuando se dejaba llevar por un atisbo de pasión… sus cuerpos desnudos rozándose le producía frustración, humillación… Y lo peor de todo es que él ni se daba cuenta.
Él… él… él seguía su plan ajeno a lo que a ella le pasaba, y así continuaba día a día, noche a noche, llorando a escondidas, por el amor perdido, por un sentimiento de culpa que no sabía de dónde venía.
Lágrimas de la oscuridad…
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Escrito el 22 de abril de 2009
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