Laura se miró los pies mientras se duchaba. El agua caliente, casi quemando, se
escurría entre sus pies arrastrando la espuma y algunos pelos caídos de
su melena rubia. Pasó las manos por su vientre y lo apretó fuerte,
intentando exprimirse la grasa. Deseaba en su mundo imaginario que toda
esa asquerosidad que llevaba dentro saliera de su cuerpo y se la llevase el agua, junto con la
espuma, junto con los pelos, junto con toda la frustración que portaba en su vida.
Poco más tarde, ataviada con su toalla despejó un poco de vaho
del espejo y se miró la papada, los mofletes y las mollas de los brazos. Se deshizo de
la toalla y observó con asco los lomitos de la cintura, la grasa de los
muslos y su culo.
Ese espejo le escupía verdades que odiaba a sus 19 años.
Llena de ira y desesperación se montó en el peso: 37,8Kg