jueves, 27 de enero de 2011

Bajo Pseudónimo

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Se llama Juan Hernández durante unas veintitrés horas al día. En ese tiempo es un oficinista aburrido, un padre que ve a sus hijos dos de cada quince días, un mal ex-esposo, un hijo que se olvida de sus padres, un compañero de trabajo indeseable y un hermano despegado. Juan no le cae bien a la gente, que le conoce.
Sin embargo, Juan, durante una hora al día, se convierte en "El Nieto de Caín" y tiene uno de los blogs más leídos de España. Es objeto de admiración, confesor, revelador, filósofo y columnista. Alegra la vida de miles de personas con sus palabras sarcásticas en tono de humor. Hace pensar a niños y mayores con sus reflexiones. El padre de Juan, el hijo de Juan y las hermanas de Juan leen comunmente el blog y lo comentan en los eventos familiares mientras el verdadero Juan se rasca la barba y critica el mundo de Internet y debate contra sus propias palabras.
Un día, Juan quiere escribir de algo que "El nieto de Caín" jamás escribiría y no sabe qué hacer. Ese día nació "Diario de mi bigote" y su primera entrada comenzaba con: "Mi bigote un día conoció el..."
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lunes, 24 de enero de 2011

Miedo, por un momento

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Caminaba por la calle, pensando en lo divino y lo humano, abriendo el baúl de sus recuerdos, de sus ilusiones. Revisó su agenda mentalmente y súbitamente se dió cuenta de la fecha en la que estaba. Un rayo le entró por la cabeza y le atravesó el corazón. Su gesto se ensombreció.

Derepente se encontraba en un callejón oscuro, con papeleras de metal que olían a pescado podrido, con miedo en el ambiente, con charcos de sangre en el suelo. Un gato moribundo le miró, y le ignoró.

Cerró los ojos, respiró hondo, sabía que eso no estaba pasando en verdad, buscó a tientas algo que le devolviera a la realidad, no quería caer de nuevo en el pozo. Oyó una voz lejana y notó un suave golpe.

Despertó de su letargo, ¿cuánto tiempo había pasado?

- ¿Estás bien muchacho? -
- ...
- ¿Estás bien? - Decía una boca fina, mientras le zarandeaban con fuerza. Unos ojos verdes azulados le observaban con atención y preocupación.

- Eh... sí. - Y salió corriendo, huyendo del callejón que no existía.
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jueves, 20 de enero de 2011

¿Pasó?

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Con suerte conseguí que la conductora se apiadara de mi. Volvió a abrir las enormes puertas tras verme hacer un sprint de cincuenta metros con la bolsa, la cámara, la bufanda, el abrigo...
Me senté en primera fila, estaban libres los dos asientos. El bus comenzó su pesada marcha camino hacia Moncloa. Me puse a reorganizarme, el móvil, el abono, las llaves, la cartera. Miré hacia delante y vi esas almendras que escrutaban en mi interior y observaban mis torpes movimientos. Esos dos ojos brillaban en el más de metro setenta de chica de unos veinticinco años.
Chupa de cuero marrón, vaqueros ceñidos sobre unas piernas eternas, botas hasta la rodilla. Vaya tipazo. Ella me sostenía la mirada, caminaba elegante sobre el paso de cebra, con su bolso, con su melena larguísima, con su mechón medio tapándole un ojo. Me sonrió con esos labios carnosos.
Me sonrió para siempre.
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martes, 11 de enero de 2011

Monstruoso...

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Es difícil hablar del Monstruo Faglo, ¿cómo describirlo? ¿De verdad se puede describir a un monstruo que cada día tiene una cara nueva? En realidad no son caras físicas, son extraños pliegues de una personalidad confundida. Ahora seguramente estarás imaginando un enorme monstruo de largas uñas amarillentas, mirada feroz y agresiva y una gran dentadura, con tupido pelaje verde que disimula una gran panza de devorar ferozmente turistas y peregrinos, estarás imaginando alguna clase de monstruo entre Shrek y Sully sin embargo, Faglo es todo lo contrario. Es un monstruo tranquilo, bajito y atlético, peludo pero no desaliñado, siempre anda observando todo lo que a su alrededor acontece con sus enormes ojos naranjas. Quiero dejar claro que no se parece ni a Gollum ni a los elfos domésticos de Harry Potter. Tiene una mirada astuta, inteligente y humilde y una mueca de sonrisa y curiosidad a la vez al que le acompaña un paso torpe de no mirar al suelo. Tiene unos brazos largos, quizá demasiado, y unos pies como barcas de lo grandes que son. Sus musculadas extremidades y sus grandes manos le dan un sentimiento de poderío que le enorgullece. Tiene la nariz un poco chata, seguramente de habérsela roto en cualquier caída o pelea de monstruos y las orejas picudas, en una de ellas se puede entrever perfectamente una enorme cicatriz. Lo que sí tiene son unos colmillos grandes, poderosos, brillantes y cristalinos que rara vez usa ya que le gusta beber zumo de girasol, y aunque nunca ha sabido cómo se elabora, siempre le ha picado la curiosidad de aprender a hacerlo.

Los días de Conte no se cuentan por las veces que sale el Sol, ni por los turnos de la luna llena, ni por las subidas y bajadas de marea. Ni por las estaciones del frío de la nieve o el asfixiante calor que se hacía más latente cuando la arena de la playa incurría entre el pelaje. Para Conte, un día era sólamente cuando veía a Sikan, el resto del tiempo era una absurda eternidad vacía de sentimientos y sensaciones, en la que, en realidad, únicamente se dedicaba a sobrevivir.
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