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Los pensamientos se enquistan en alguna parte de mí, se agarran a la cara interna de mi piel y no tienen intención de salir. Engordan y evolucionan buscando mi desesperación, que pierda el autocontrol pero he de ser fuerte. Mis ojos cristalinos, vestidos con ojeras, miran hacia el exterior. Fuera llueve, perdón, llora. Las lágrimas surcan el cristal de la ventana del autobús. Soy ajeno a cualquier ruido que interfiera.
Soy ajeno a lo que pasa fuera, y dentro.
Soy ajeno.
No estoy.
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me encanta, yo tampoco estoy, ni ayer, y probablemente tampoco mañana...
ResponderEliminarPues aquí estamos esperándote para cuando vuelvas.
ResponderEliminarUn beso