viernes, 8 de octubre de 2010

Tu pijama

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Me abracé a tu pijama ayer noche, y no es una metáfora bella que da pie a imaginar un viaje entre lunas y estrellas en el que dos personas corpóreas disfrutan de un momento. No.

Me abracé a tu pijama en una cama fría, un simple pedazo de tela olvidado por ti en uno de esos viajes de ida y vuelta de mi lado. Un pijama cargado de olores, de sensaciones, de recuerdos. Un pijama que me despierta, que me mantiene en vela. Me abracé a tu pijama ayer noche y lloré tu ausencia, maldiciendo porque faltabas ahí dentro.

Me abracé a tu pijama ayer noche, que días o semanas o meses antes te había quitado con delicadeza y pasión. Ese pijama en el que habías levantado los brazos para que suavemente te acariciara y te descubriera bella, tersa. Que habías alzado la cadera para que te desposeyera de él, pasos previos a un millón de besos, a la dulzura de nuestra compañía en esa casa solitaria y fría en la que una única testigo, una perra color canela, dormía en una alfombra ante el calor de una chimenea.

Ma abracé a tu pijama ayer noche. Jamás será sólo un pijama.

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