viernes, 17 de septiembre de 2010

Olor...

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Te despiertas con un sobresalto, ese aroma te ha llegado.

Buscas entre las sábanas, oliendo cada centímetro, en la manta, en la colcha, en la almohada. Cuando ya empiezas a perder la esperanza y crees que provenía de la dulce sensación de un sueño paranoico, lo localizas. Una pequeña esquina de la almohada es la culpable. Hace pocos días en esa esquina reposaba su cabello moreno, sus ojos cerrados, sus labios carnosos, su cuello terso, su cuerpo esbelto... paz. Lo que tenías con su presencia a tu lado era paz.

Perturbado tu descanso, te abrazas al trozo de tela sin darte cuenta que te abrazas a la ausencia. Lo que ahora es frío y solitario hace no tantos días era calor y ternura. Lo que ahora es amargura hace no tanto fue el hogar del amor y la pasión. Miras el móvil. Sonríes al saber que hoy serás tú quien mande el primer “te quiero” del día.

Con el conocimiento de que lo bueno regresará para cargar de nuevo las pilas de la relación, te vistes con el objetivo de pasar de la mejor manera posible el día que te viene por delante. Sobrevives con el único objetivo de volver a gozar de esos momentos que de verdad le dan sentido a tu existencia en este mundo de mierda, de egoísmos, de guerras, de maldades, de presión, de responsabilidad, de agobio, de ruido, de soledad, de eterna soledad.

Pero cuando esté de nuevo aquí todo será diferente, todo tendrá color.

Qué difícil es vivir en la distancia.

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