~~
Después de un año desde aquel primer encuentro, las cosas habían cambiado. Ya no eran dos furtivos de la noche que quedaban por la red en busca de unas vacaciones a base de teclado y emoticono. Ya no utilizaban Internet como evasión a las penalidades de un mundo del que iban formando parte irremediablemente. Cada día, ambos, se convertían en oficinistas huraños y ególatras y, como si se tratara de gárgolas, cada noche se transformaban en unos seres capaces de lo mejor y de lo peor, con todo su poder y toda su fuerza. Con todo su amor, ese amor que a veces tanto duele porque como dice la canción “amar es solo el comienzo de amargura”. Pero esas gárgolas cada vez tenían menos tiempo para convertirse en lo que realmente eran y, fruto de la fuerza de la corriente de la vida que llevaban a veces, se olvidaban de su verdadero ser.
Durante un año, los tránsitos MAD-BCN se habían convertido parte de la costumbre de ambos. De Sants a Atocha , de Barajas a El Prat, de la espera en las tortugas leprosas a la espera en el caballo gigante y amorfo. Pero entre todo siempre brillaban ellos. Daba igual la multitud de gente que saliera del gusano metálico o del pájaro de latón, nunca se confundía y, a golpe de furtiva mirada, se encontraban entre los cuerpos y sombreros de la gente que se interponía entre ellos. Se fundían para convertirse en uno gracias a una simbiosis difícil de explicar. Todo recuperaba el sentido. Nada era comprable a ese momento. Cuando recuperaban lo que a cada uno les correspondía, cuando volvían a tener algo que no comprendían porque durante tanto tiempo les era negado.
Años después de ese primer beso se habían convertido en una pareja formal, con relaciones familiares, con aventuras comunes, con un millón de fotos en las que ambos eran protagonistas. Navidades, vacaciones, gatos y perros, verano, nieve, nuevos amigos, cambios de pelo, morenos, Torrelodones, peleas por una manta, Roma, confeti, quedarse dormido, sangría, camisetas de súper héroes, ropa, cines, Cullera, chocolate, Valencia, superhéroes, trenes del calor, guantes, calor o frío, lentillas y gafas, quemados de piel, restaurantes buenos y malos, Pisa, crema de playa, cámaras de fotos, paseos, Tossa, academias, Barcelona, peleas, Florencia, futbol, pasión, discusiones, Glorias, debates, juegos, kebab, dolor de pie, discoteca, principios metafísicos, rabia y chinchetas, compras, camas y sábanas, celos, empujones de colchón, el teatro, bares de mala muerte, teleférico, Madrid, coches…
Sin embargo había algo que era como al principio. Cada día se buscaban. En el móvil, en la red, en el cielo o en el horizonte, en el recuerdo, en una palabra, en un lugar. Siempre se buscaban y siempre se encontraban porque siempre estaban presente el uno en el otro. Pero después de cada encuentro volvían a su realidad con pena y pesar.
Las gárgolas ahora esperaban dormidas, aguardando desde las alturas con esa indiferencia de piedra. Se esperaban la una a la otra con la paciencia de las rocas milenarias hasta encontrar su momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario